Propongamos un juego

Desde temprana edad, el juego aparece como una instancia propia de desarrollo que nos motiva a encontrarnos con otros y a desafiarnos con nosotros mismos. El juego, en toda su prestancia, es un componente de desarrollo esencial y sobre todo de aprendizaje que acompaña el crecimiento de cada individuo. Jugar, mientras somos niños y niñas es un acto común y visiblemente aprobado por pares y adultos, entonces, ¿por qué al ingresar a la Escuela el jugar se transforma en sinónimo de desatención y pérdida de tiempo? Te propongo que incorporemos mucho más el juego como instancia de aprendizaje lúdico a nuestras aulas y sobre todo, a nuestras vidas, que propongamos un juego.

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El aburrimiento o la apatía, el monigote tradicional educativo

La educación más tradicional basa en el sistema de repetición y de aproximación al aprendizaje por medio de cuadernos repletos de “trabajos”, fotocopias reiterativas, deberes para realizar en casa y copia del pizarrón (entre algunas tareas académicas más). ¿Dónde está el deseo por aprender en esto? ¿Dónde se encuentra la oportunidad de descubrir, de experimentar, de poner en juego mis propios saberes, de compartirlo y de generar un nuevo producto? Entonces, lo aburrido, ¿es el estudiante o la propuesta que le llega?

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