AL FINAL DE LA NEBLINA
Y sus ojos se escaparon con el viento.
Era una mañana de julio, pero uno de esos días de invierno que no son regulares. Había llovido intensamente la noche anterior, me había desvelado en varias oportunidades. Como si la luna hablando en mi ventana hubiera enviado un mensaje cifrado por medio de la lluvia en varias partes, intentando explicarme lo que podía ocurrir a la mañana siguiente, pero sin detalles.
La lluvia había cesado, el día tenía calma, un frío abrigador corría por todo el parque con un viento que me acariciaba y me acompañaba en mi traslado. No existían más sonidos que los de la propia ciudad y entre ellos, intentaba descifrar el mensaje que me había enviado la luna por medio de la lluvia. Una oscuridad tenue cargada de neblina blanca y espesa delineaba el día como si no fuera más que un marco en una pintura donde me hallaba perdido. Quería comenzar el día, pero esa misma neblina me sujetaba y retenía, intentando cuidarme de algo que me podía ocurrir. Tiré tanto hasta que me desprendí, obviando todas las particulares señales que me habían enviado desde la noche anterior.
Intentando apartarme de esa espesura y atravesando costosamente entre ella me dirigí hacia aquella imagen que lograba ver como una simple silueta en un final con destino incierto. Me acerqué hasta allí solo teniendo como referencia ese bosquejo presentado al final de mi camino. De algún modo hipnotizado, en una sola dirección y con un solo y simple objetivo. A medida que me acercaba la imagen era más y más difusa, mi andar era más y más costoso y la atracción era más y más intensa. Por un momento pensé en detenerme, pero al mirar atrás, el camino ya estaba borrado, entonces me di cuenta que retroceder no era una opción, mi destino estaba únicamente y sin duda, al final de la neblina.
Algunas gotas comenzaron a caer y otra vez escuché parte de ese mismo mensaje que había tenido la noche anterior. La oscuridad del día se hizo un poco más intensa y esa difusa silueta comenzó a acercarse más a mí. Mis ganas de llegar hasta ella comenzaron a crecer y se transformó en una pasión que por momentos me movía y me daba energía como por otros, me inmovilizaba y daba temor. No lograba descubrir, más allá de la silueta, donde finalizaba mi destino, me desestructuraba y eso, me asustaba terriblemente al mismo tiempo que, me llenaba de un increíble coraje. Avancé un poco más, soportando las fuertes gotas que golpeaban sobre mis hombros. Mis piernas temblaban en cada paso que daba y el viento golpeaba en mis rodillas para intentar hacerme caer. Aquella silueta se sostenía en aquel extremo alentándome a lograr mi inesperada hazaña. El día oscureció un poco más y la figura se hizo aún más visible. Identificando que ya estaba más cerca. Un trueno estrepitoso rompió terriblemente temblando todo y rompió con los sonidos de la mañana y la calma que me quedaba. Volví a mirar hacia atrás y ya no había nada. Fue entonces, que miré hacia adelante y distinguí una extensa mano que como ramificación fortuita de aquella silueta, se prolongaba y estiraba para acercarse a mí y sostenerme. La quise agarrar rápidamente y una nueva y más fuerte ráfaga de viento me golpeó en todo mi costado casi tumbandome y dejándome aún más inconsciente.
Pero me repuse violentamente producto de la pasión que me sostenía y logré tomar su mano. Un nuevo trueno sonó terriblemente turbulento y aún más estridente que el anterior, la lluvia me golpeó intensamente, la niebla comenzó a dispersarse, la oscuridad se convirtió en claridad.
Allí la vi. Simplemente a los ojos. Sostuve su mano y tiré de ella para acercarla a mí. Nos contemplamos, un segundo. Una hermosa lucifer de encendidos y brillantes ojos. La abracé. Puse mi mano en su nuca y la besé. Recorrí absolutamente toda su espalda acariciando lentamente su extenso cabello. Cerrando mis ojos.
Abrí los ojos. Estaba solo. Un frío extremo recorrió mi espalda en esa mañana de invierno. Caía lluvia enormemente y yo, estaba completamente helado y mojado. El viento me empujaba y me dirigía, no me dejaba mover, me sujetaba contra un pequeño rincón, y enredado en él, se la llevaba mientras me continuaba mirando y susurrando… ¿a dónde vas?
Baqo