CALIGRAMA
Ya no se puede callar más. Era tanta la rabia que tenía, que explotó y quedó por todas partes. Andrea salió afuera y preguntó si habían escuchado la terrible explosión, un tremendo estruendo que provino de su interior. Todas miraban aquello con asombro. Desde la esquina giraban su cabeza para mirar, algunas por primera vez, a esta despeinada de ojos caídos en el suelo. No existió respuesta alguna, los oídos alejados no escucharon ni un susurro, los ojos avistaron ni siquiera gesto de aprobación. Era como si alguna parte de esa muchacha estuviera hablando en un idioma que nadie comprendiera o si se expresara con parte de las palabras correspondientes que solo un labio pronunciaba. Al girar y mirar hacia adentro, ella ingresó también. Vacío y solo el apartamento entraba luz desde la ventana que se había roto con la mano. Un pie primero y luego el otro, se dirigían hasta el baño en busca de sus chancletas con cuidado que ningún vidrio los cortara. Ya no era hora de cambiar nada, ya lo iba a cambiar todo, pero el despertador no le avisó. Al trabajo ya no iba a ir, así que tenía que pensar cómo podía resolverlo. Tomó su cabeza entre sus manos mientras apretaba fuertemente el cerebro y recordaba tantas historias de hechos similares pero ninguno exactamente como este. Salir a buscar ayuda sería ordinario y no tendría éxito, alguna parte lo habría intentado, pero comprendió de inmediato que eso ya lo había experimentado anteriormente. No había muchas alternativas. Una vez más, debía resolverlo sola. Soltó su cabeza y apretó el corazón, en la otra mano el lápiz y en un papel una lista de ideas posibles. Los pies regresaron sin rasguño y se pusieron a disposición ya calzados, para trasladarse ahora hasta el pasillo donde se había sentado por última vez a leer una novela, entera. Ya en partes, no era lo mismo y ni ella misma entendía cómo se debía de resolver. Pronto vio que allá, cerca de su mano izquierda se tropezaba con una revista donde en la tapa se encontraba una muchacha de hermosa sonrisa y se le ocurrió, reinventarse como había ocurrido en tantas otras páginas que ya habían pasado por esa misma mano. Así, los pies cargaron las piernas y otra vez se trasladaron hasta la habitación, ahora la más bella que había creado Andrea en ese apartamento, llena de detalles y cómodos rincones, acogible para cualquiera que estuviera interesado en quedarse con ella allí, que por no tener fortuna, pocos eran los que comprendían qué tenía de encantadora aquella pieza, al igual que Andrea. Al momento que llegaron las manos y se lograron alzar hasta la estantería deseada, se colgaron de esa tapa violeta apretándola fuertemente y golpeteando la parte trasera con los dedos que quedaban. Los ojos subieron un segundo después para contemplar la escena y dibujar este nuevo paisaje donde todo se podía arreglar, donde todo podía volver a su lugar, tal vez no como siempre, no como antes, no como debe ser, pero Andrea nunca había sido de las que se armaran por lo que debía ser. De ese modo y rodeada de tantos libros fue abriendo uno por uno y eligiendo dentro de los recuerdos de su cerebro, quitando y trayendo, palabras y títulos, que la lograran recomponer. De una rara novela tomó la cabeza y su armonía, de la poesía idea, de otros varios cuentos la boca y los ojos. De aquella obrita de teatro recortó el cuerpo en escena y la acotación de movimientos. De una nueva e impecable revista de comics tomó los pies y las piernas. Del periódico las manos y los hombros, del lomo del libro violeta, arrancó su sexo. Sentía que así estaba completa, reinventada y con su nueva estructura planteada, pronta para ser armada. Con su mano tomó todos estos recortes y los dispuso cuidadosa y artísticamente sobre la primera hoja del libro de tapa violeta ocultando el título, ya viejo, que quedaba escondido por debajo de estas líneas y palabras. Andrea estaba segura que ésta era la forma como debía de ser, la forma que debía tomar para poder salir sin importar si te responden o buscan con la mirada desde la esquina. Ella estaba tranquila porque podía comenzar una nueva historia, ahora todo volvía a ser una sola parte. Miraba atentamente y contemplaba, únicamente la sonrisa dibujada, encima del libro de tapa violeta que le daba toda la luz que entraba por la ventana abierta de la habitación y agitaba desde adentro miles de esas hojas que quedaban desnudas.
Baqo