DIEZ ACORDES SIMBÓLICOS PARA SONAR “GUITARRA NEGRA” 

«Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa…» Alfredo Zitarrosa

  • Introducción o Punteo.

Cómo haré para poder explicarte, guitarra, en breves palabras, en pocas páginas, tu sentido, tu color, tu contenido, cuando sonaste, cómo sonaste, lo que generaste y lograste con tu canción. Cómo haré para contextualizarte, en ese Uruguay de dictadura, reprimido, violento, allanado, lleno de torturas, de silencio de muerte, de víctimas y victimarios presentes y desaparecidos. Cómo haré para expresar tu resistencia, tu simbolismo, tu lenguaje metafórico, oculto, interpretativo, producto de la prohibición a que fueses sonada, producto de ese canto popular que reunía bajo estas mismas notas, toda una ideología política de izquierda que buscaba la libertad y un hombre nuevo. 

Hoy, deberé explicarles, que esta guitarra, negra, canción, poéticamente escrita en formato narrativo, acompañada musicalmente por varias guitarras, intencionalmente distinta a sus otras hermanas en forma y estilo, producida desde el angustiante exilio del autor en 1979, es un texto de protesta y resistencia frente a la dictadura cívico-militar instaurada en el gobierno uruguayo de los años 70 y 80. El hecho simplemente de escucharla era clara manifestación de repudio y protesta. 

Hoy, deberé explicarles que además, este texto trae al presente la realidad de todo un momento histórico, económico, político, cultural y social de nuestro país, de su geografía urbana y rural. 

Hoy, necesito comentarles la terribilidad y la violencia de este canto. La presencia constante de la muerte, rondando amenazadora, en todo individuo y que se lo lleva igual que a la res, que ha nacido para ser muerta sufriendo, golpeada por el marrón, colgada de un gancho, descuartizada, violentamente, producto del capitalismo, de la exportación, que no es res y es capital, sin importar la brutalidad y la barbarie del mecanismo productor, Uruguay for Export…

Su corazón, el de este autor, está cercado por su angustia. Late su deseo de retorno al hogar, porque ha sido prohibido a instancias del golpe de estado y deberá ingeniarse para hacerse presente, acompañando con su voz, con su oficio comprometido de cantor popular. Este cercamiento que siente el autor, es el cercamiento de los pensamientos, de los ideales, reprimidos y castigados también, de todos los individuos, de todo un pueblo sufriente, torturado, intentando ser silenciado pero que en tus notas resiste, guitarra.

Hace un buen rato que vengo investigándote, leyéndote, escuchándote, tocándote y entendiéndote, guitarra. Hoy reanudo mi comunión contigo para exponerte, del modo que pueda y en tu complejidad, en tus tres partes, con tu estribillo que se repite bajo voces femeninas que reiteran y refuerzan el mensaje central, cómo aún te mantienes viva, en la memoria colectiva, contra el opresor, a favor de los derechos y por sobre todo, de la libertad.

  • Planteo o Rasgueo

Alfredo Zitarrosa manifiesta su ideología a través de este texto-canción que denuncia, resiste y lucha, contra el gobierno de facto. Producto de su prohibición en el país, trabaja sobre un mensaje cifrado, oculto, simbólico, metafórico, para acercar a su pueblo su propio mensaje de liberación. 

Este trabajo intentará dar cuenta del procedimiento simbólico que utiliza el autor, estableciendo cuáles son ellos y cómo se descubren frente al contexto.

  • Contexto de esta canción o Arpegio

La década del 70 trajo al Uruguay una situación de crisis que ya había comenzado algunos años antes y terminará en la caída del gobierno democrático, estableciéndose así, el gobierno cívico-militar uruguayo que comprenderá desde 1973 a 1985. Tras la censura de libertad de expresión establecida y ser puntualmente prohibido Alfredo en 1971 por su ideología izquierdista contra el régimen actuante, deberá autoexiliarse y desde allí escribe una gran cantidad de canciones con mensaje. Plantea su oposición, intentando llegar a su pueblo y dar a conocer su apoyo a la resistencia, motivando con pequeñas estrofas de versos con sentido escondido, la lucha y la libertad social. Pero Alfredo no fue el único en su condición, muchos fueron los artistas que lo acompañaron en este plano de respuesta y lucha, así, conjuntamente aparece una nueva generación de cantores dentro del “canto popular” que asumen un papel neurálgico en la resistencia del pueblo. Tomando los conocimientos planteados por C. Aharonían en su libro Músicas populares del Uruguay (2007), el canto popular en el Río de la Plata se remonta al siglo XIX, tiempos de lucha y liberación contra el poder opresor colonial. Narra poéticamente vivencias de lo colectivo o individual ligadas fuertemente al sentir del pueblo con expresiones sinceras de humanidad y solidaridad. Concebido desde los inicios con un gran contenido y rol social, no puede dejar de decir, menos, en instancias donde se le “tapa la boca”. La realidad propone en estos cantores un clima de autocensura frente a la imposibilidad de manifestarse libremente y así dan paso a nuevas formas del lenguaje para alcanzar a su gente. De este modo, buscarán llegar con otras palabras, encontrar otro formato, escondido en sus textos. Para ello, crean códigos de comunicación diferentes. El público deberá corresponder a entender estas formas novedosas sin un lenguaje directo pero que mucho tenían al decir. El mensaje pasa a tener que ser descifrado entrelíneas, frase a frase, verso a verso, en cada canción, en esta búsqueda imperante con base metafórica y de doble sentido. 

  • Funcionamiento semántico o Acordes

El funcionamiento semántico planteado a partir de una serie de símbolos es lo que le da sentido y se mueven junto a los acordes, para descifrar y encontrar el mensaje de la canción. Así, guitarra, muerte, noche, barrio/muros, matadero/res, flor, fuente, alas, mariposa y perro son, metafóricamente un acorde distinto que en su conjunto dan sonido completo a la canción.

 “Guitarra negra”, comienza con una serie de interrogantes, cuestionamiento angustiante de este yo lírico narrador que se repetirá anafóricamente en cada instancia de esta primera parte o introducción. Una y otra vez,  cómo haré… 

Simbólicamente, la guitarra se convierte en mujer, comparación cuidada y muy desarrollada entre estos dos significantes, donde uno le traslada al otro el dolor personal y así también el colectivo, por la situación angustiante y represiva que vivía el Uruguay de la época, llena de víctimas, desapariciones, inseguridades y muerte. El cantautor propone un diálogo con esta guitarra-mujer, cuestionándose cómo puede hacer para sentirla, “tomarte en mis adentros”, que sería fundirse, ser uno. La guitarra como mujer amada, es su confidente y la que le da consuelo. Este sentimiento y relación tan estrecha entre músico e instrumento toma una connotación posesiva. El músico es con su instrumento, intrínseco. El cantor popular es con su guitarra, amalgamado. Es su compañera, es su confidente y es su consuelo. Por eso el deseo de cuidarla, de mantenerla a salvo, de no ofenderla. En esta unidad, la guitarra es también el otro, al que no sabe cómo entregarle “esos nombres y esa sangre”, esas víctimas y esas muertes que son también representación de todo un pueblo reprimido, censurado, perseguido, castigado y violentado,  sin apenarla, sin lastimar ese sonido tan puro que se ha escuchado en forma libre. En esta fusión, guitarra-cantor comparten los miedos, los pensamientos, la soledad, la rabia, el silencio y el llanto. Su guitarra, como entonando una melodía de poesía gauchesca, es su medio para desahogarse, para expresarse “libremente”, como ave solitaria y esperar su consuelo.

La aparición de la muerte, personificada, irrumpe en el texto luego de estas preguntas retóricas y sitúa el tiempo en ese presente, en ese contexto histórico uruguayo de represión, tortura y muerte. La muerte ingresa al texto como también ingresa en el espacio privado, íntimo del cantautor, de cada uno de los que vivían sin libertad sus vidas. Husmea, revisa, indaga, sin permiso. Lo primero que ataca son sus libros. Entiendo que no es casual sea por lo que comience su cateo, buscando “alguna cosa”, sin definir qué, objeto, pensamiento o persona. Tampoco dice por qué, simplemente busca y revisa, por si hallara algo que no correspondiera, para luego destruirlo. Al decir, “mis libros”, se puede analizar con una doble acepción del posesivo “mi”. Por un lado son sus libros personales, aquellos que forman su educación, su ideología, su formación política, sus creencias. Por otra parte, “míos”, también acepta la interpretación de sus propias elaboraciones escritas. Su poesía, sus canciones, su denuncia, su resistencia. Seguramente la muerte buscaba en ese “algo”, lo que no debería tener en esos libros, porque tiene el poder y necesita averiguar. Violando los derechos personales de libertad individual y colectiva, si encuentra “algo” en oposición al régimen, “eso”, desaparecía, o se lo llevaba, justamente, la muerte. Esta muerte es compañera del control. Revisan para cerciorarse que no se lea, que no se escriba, que no se piense, que no se diga lo que no está establecido, lo que no es correcto, lo subversivo. Toda esta representación de la muerte está cargada de imágenes simbólicas de persecución tanto del individuo como del colectivo social. Pero esta muerte tan atenta y vigilante “no halló nada”. Es superada y vencida. Resistida por estos vencedores, que justamente son los que representan sus ideales, son Marx, Lenin y el Príncipe Kropotkin, es su Arístides tan cercano, son sus anarcos queridos. Aquí están los libros aquellos que buscaba en el principio, los valores de la familia, los padres que lo criaron, ellos también se salvan. Al Uruguay tampoco lo encuentra, porque resiste, porque no se da por vencido. La muerte podrá marchar vestida de verde, de botas negras, buscando muchas cosas, llevarse injustamente otras tantas, pero lo que no se puede llevar por más armada que esté, por más torturante que sea, es la ideología de lucha, es el pensamiento humanista, el revolucionario, el de resistencia.

Se toma un ómnibus y ahora va sentado tranquilamente al lado de la vida, recorriendo sus momentos más jóvenes, viendo los carteles pintados de protesta social, seguramente clandestinos. Hay coordenadas de lugares conocidos y comunes, pero en eso, algo extraño, la bolsa del hombre transeúnte y lo que lleva dentro, la vida. Vida que está arrugada, guardada, en una bolsa, frágil. La tienen refugiada. Sabe que en este momento la vida no es libre y corre peligro, pero hay que cuidarla, protegerla, para cuando en breve lo sea. 

A continuación, no es la muerte la que ingresa a su casa, sino la noche, también personificada. Pero este ingreso es totalmente distinto, ya no es una violación de su propiedad privada, sino que, ahora ha dejado las puertas y las ventanas abiertas, hay una invitación para que pase. El símbolo aquí es la noche que no ingresa solo a su casa, también visita las ventanas de todo el barrio, de todos los cuarteles, de todas las cárceles y los hospitales. La muerte irrumpe en su casa. La vida pasea, está afuera, está en dejar las ventanas abiertas, ese es el hoy que desea el poeta, que desea traiga esa noche compañera, que espera acostada como el perro, llegue el día, salga el sol y vuelva la libertad, la paz, la democracia, para todos… para siempre…

El texto prosigue con la presencia del Uruguay sitiado. Asimismo el autor tiene su corazón cercado. Su casa, su barrio y su pueblo, también están cercados, controlados. Establece y delimita al lugar que pertenece, nuevamente por el posesivo “mi”, es su lugar. Lugar que está cercado porque no puede ingresar, ni ser escuchado, porque está prohibido. Recíprocamente, ese sentimiento de libertad coartada es el que tiene todo su barrio, todo su pueblo, que en la ausencia y la distancia igual lo sienten parte, compañero, presente. El presidente, vive en este barrio, también está cercado, pero tiene el muro casi derrumbado, por los que resisten, por ese plebiscito que está al llegar y definirá la restauración democrática. Los muros derrumbados simbolizarían el triunfo de la lucha popular en oposición al régimen militar de facto. Anticipándose… 

Ahora el texto inicia una larga escena narrativa donde la res ocupa como personaje protagónico el centro del relato. País ganadero, fuente principal de su economía, ¿cuál es el precio que hay que pagar para mantener el mercado y los ingresos por importación? El texto respondería, la brutalidad, el salvajismo y la violencia. Como si el país retornara y retrocediera muchos años a instancias de la barbarie y falta de razón. Pues que, aceptando las distancias, el contenido es similar; dictadura, barbarie, salvajismo, violencia, irracionalidad, sufrimiento y dolor…

Según tituló Mónica Salinas, este fragmento se manifiesta como una “alegoría sobre el poder y la violencia” (2006: 157). Si bien las imágenes aluden a la res y al marronero, los golpes no eran solo recibidos por los animales. Hay una descripción minuciosa, morosa y simbólica del proceso ganadero vacuno. “Cada res es considerada individualmente, única en su miedo y agonía” (Salinas. 2006: 157). Cada individuo, perseguido o no, respiraba miedo al levantarse y acostarse cada día. Miedo al hablar y al balar, al comer y al pastar, al accionar, al caminar, al correr, al trotar. El miedo los llevaba a cuidarse de todo y de todos, del marronero y del garrote. Un estado de constante alerta, desconfiando de todo, del que tengo al lado, de la res que ingresa antes y no ve pasto y sospecha cuál es su destino, seguramente fatal… 

La descripción del momento que ingresa la res al matadero, el frigorífico, todo el proceso industrial de la carne, se presenta y representa con salvajismo, con dolor, con una sensibilidad extrema hacia la situación, exponiendo en imágenes la terribilidad del sentimiento animal, que no comprende, que bala y piensa “por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quien es ella misma” si “pastando nunca había dolido”. En la conciencia del animal descuartizado se presenta la conciencia de uno mismo por este procedimiento salvaje, que en definitiva es un mero producto económico, fuente de sustento nacional. Este fragmento simboliza y alude al mundo del capitalismo, pero también a la violencia y tortura que eran sometidos muchos individuos por manifestarse contra el gobierno opresor, así, ambas imágenes se unen en una sola resolución; cómo ante este tipo de poder se pierde todo valor por la vida. Esta res que había nacido para vivir, es ahora ingenuamente, en su inocencia, sacudida por el marrón, colgada de un gancho, con las patas “hacia delante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas”. El capitalismo está instaurado. Balar, gritar y luchar tienen el mismo destino, el marrón, el marronero, el gancho, la bolsa, el garrote… la muerte… 

Es la violencia del poder y es también el mercado. No hay un fin en el texto, la escena se reitera con una y otra res que caen, son golpeadas, se levantan, otra esquiva el marronazo pero le revienta un ojo o le parte la guampa. Atrozmente, en este destino, para quien sea, lo único que se espera es una violencia inacabable. 

La segunda parte gira en centro semántico sobre los símbolos de la flor y la fuente. Esta flor blanca, de valor extranjero, aparece “nadando” entre otras más pequeñas. Fragmento muy breve en comparación a los otros dos, pero totalmente significativo y metafórico en su concentración poética. El tema que nos trae solapado en la interpretación es la vida misma del artista popular en el exilio, sus condiciones, la comercialización de sus canciones, lo propio y lo ajeno. Esos “aplausitos” que funcionan al compás de una orquesta en torno a la figura de la fuente, centro de una boîte, lugar comercial para apreciar al artista y que en el exilio era a donde había que recurrir para lograr sustentarse y sobrevivir. Plantea la pérdida de la identidad, del sentido popular, de denuncia y de reproche que tiene el artista popular cuando está lejano a su origen, a su país, a su gente, vendiendo su arte a un precio extranjero, a un público que no le pertenece. Reivindica al cantor popular contra lo que no es nacional, “lo gringo”, lo meramente comercial.

Al comienzo de la tercera sección nos encontramos con una comunión entre el poeta y su guitarra, la autocrítica del cantautor y una declaración sincera de su presente. Hay un regreso del yo narrativo que  referencia al período de su exilio, imagen sostenida por una nostalgia que lo hace sufrir al igual que las alas que se ha puesto para volar. Aquí el texto ingresa en un lenguaje surrealista, oscuro y difícil de desentrañar en su simbolismo y significado. Por este motivo, cuesta encontrar un único análisis o interpretación. Las alas lo acompañan, se aman y se odian en esa dualidad constante. Esas mismas alas le muestran que “allá está la canción, aquí la nada”, y en ese allá, está lo colectivo. Esas alas que se puso lo hacen sufrir porque el exilio no fue voluntad propia, su deseo real es regresar a Uruguay. La canción está en el pueblo, en su gente, la tarea del cantor popular es de unirse a su pueblo, de acompañar la lucha y como no lo puede hacer en presencia física, lo hace enviando versos, su voz y su canción, con dolor y con amor. El pueblo está lejos, pero a su vez cerca por el amor que tiene hacia él. Detrás del pueblo que vive represión y bronca, está el pueblo que resiste y lucha, que no calla. 

Lo que prosigue simbólicamente es la mariposa, pequeño ser que baila en un aire húmedo, agobiante y caliente. Frágil se desplaza buscando la muerte, pero la muerte ya la había encontrado, inclusive, fatalmente, antes de haber sido mariposa. En el símbolo de la mariposa está la fragilidad del hombre, la pequeñez del ser humano, el pasaje por esta vida con un tiempo contado, preciso. La mariposa, según Cirlot, es símbolo del pensamiento, en la antigüedad vinculada al alma, a la vida, guía a lo luminoso. (Cirlot. 1992: 298) Podríamos interpretar este vuelo de la mariposa también como el pensamiento artístico. La ideología del cantautor como el alma que entrega a su pueblo. Este individuo con sus ideas revolucionarias que en su pequeñez e individualidad es frágil, pero incorporado a su colectivo adquiere una fuerza mucho mayor y le permite que su canción, que su arte, quede en la memoria y trascienda. Lo triste, sería ver que este pensamiento e ideas no continuaran y quedaran sin vida en el hollín, en el río de aceite, sepultadas a la sombra de unas paredes de cemento. 

Nuevamente la narración retoma el yo como eje. Tomando una de las ideas planteadas sobre este segmento del texto por María del Carmen González, esto da cuenta de su desesperación, angustia y también cansancio, desgaste de esta pelea que viene sosteniendo contra el sentimiento de muerte. De allí, emana su conciencia de compromiso para entender y así decir que hace falta entre las filas de sus compañeros que luchan, batallan, van al frente ideológico izquierdista contra la represión dictatorial. (González. 2007: 227) Hay un lugar vacío que nadie ocupa y nadie debe ocupar, porque es de él, como individuo, como militante político y como artista. Como militante, ya para este entonces, declarado frenteamplista, se pone en el lugar de su compañero, lo acompaña y siente lo mismo que siente él. Como artista y cantor popular se compromete desde el exilio. Enuncia un mensaje de aliento, de comprensión, de lucha a la distancia. La preocupación del pueblo, de sus hermanos, es también la preocupación del propio cantor. 

Llegamos a la parte final de este texto-canción donde anafóricamente reitera el mismo enunciado del principio dialogando con su guitarra de luto. Ya no se remite tanto a lo simbólico y metafórico sino que aparece lo particular e individual, nombrando directamente, recordando algunos silenciados. El yo que venía sosteniendo la narración le pasa la voz a quien dice es su hermano. En esta imagen de par, de unión, aparece la reflexión colectiva sobre toda esta situación vivida junto a la angustia y ya definitivamente la necesidad de encontrarle un final a todo, pero en coordenadas y notas de paz y amor.

La canción ahora nos trae al perro como centro simbólico. Dos modelos distintos, pero el mismo animal. Primero refiere al perro mordedor, el que lucha, enfrenta la situación y la tortura. Se enumeran elementos, sistemas, mecanismos de violencia y tortura que se utilizaba durante la dictadura con los presos políticos. 

El otro perro, referencia al mismo cantautor. Perro de voz y canto popular, que ha sido criado por una guitarra, pero es ahora una guitarra madre, dadora de vida, que cría un perro ladrador y campesino que mastica bronca, gruñe y espera agazapado para saltar y ladrar todo lo que mantiene guardado por tantos y tanto que le ha tocado vivir. Es el perro popular, que en ese ladrido, denuncia. Para esto nació y así debe morir, cuestionando, resistiendo, por soledad, rabia, ternura, violento amor y sin duda será de amor, porque confía en el amor para restaurar el orden, porque este perro ladrador, ama la vida misma… 

Eso, señores…

 

  • Bibliografía o Arreglos
  • Aharonián, Coriún 2007, Músicas populares del Uruguay. Montevideo, Udelar, 2007. Impreso
  • Cirlot, Juan-Eduardo. Diccionario de símbolos. España, Labor, 1992. Impreso
  • González, María del Carmen, “Reflexiones sobre Guitarra negra como texto canción paradigmático de la resistencia a la dictadura”, Ponencias del V Congreso Nacional y IV Internacional. Profesor: José Pedro Díaz. Tema: Literatura uruguaya se busca 1980-2005, Montevideo, 2007, pp 223-232. Impreso
  • Salinas, Mónica. Poesía y mito, Alfredo Zitarrosa. Montevideo, Planeta, 2006. Impreso

About Prof. Pablo A. Rey Ríos

En el tránsito de su experiencia educativa, Pablo ha logrado llevar adelantes múltiples proyectos educativos de alto impacto tanto en el plano formal como no formal. Docente de Literatura, involucrado y formado en metodologías pedagógicas activas para el siglo XXI, actualmente se desempeña como docente y desarrollando roles de gestión y asesoramiento pedagógico tanto en instituciones públicas como privadas de Montevideo

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