El aburrimiento o la apatía, el monigote tradicional educativo

El entretenimiento y el aprendizaje no se oponen; el entretenimiento puede ser el modo más efectivo de aprender.”

Herbert Marcuse

Desde los umbrales de la iniciación docente es que cada educador se cuestiona acerca de su vínculo con los estudiantes y la mejor o mayor forma efectiva de proximidad, su posibilidad en el fundamento del aprendizaje y la enseñanza. En cada grupo, en cada aula, como un microclima cultural y como una microsociedad en funcionamiento, se despiertan todo tipo de instancias donde la participación y la pasividad juegan parte de la actividad o inactividad grupal. Desde allí y en función docente, que cada educador y cada educadora se visualiza a sí mismo como partícipe de ese vínculo y la cercanía al grupo, a cada estudiante, que pasa por ese criterio concebido de que “si está atendiendo está aprendiendo”. Pero, ¿qué ocurre si en realidad esa visión no es tan acertada? ¿Por qué no cuestionarnos en realidad qué está ocurriendo con estudiantes que visiblemente demuestran un desgano a la propuesta de clase, a la propuesta docente y en definitiva, a la propuesta educativa?. Y es desde aquí donde surge también una tradicional pregunta: ¿somos los docentes los que debemos buscar formas alternativas y adecuadas a los intereses y necesidades de cada uno de nuestros estudiantes? para que posiblemente, “no se aburran”…

A mi criterio personal esta última pregunta acepta una multiplicidad de respuestas.

En principio puedo responder: “Sí, somos responsables y debemos buscar alternativas”. Pero, con un poco de reflexión y profundidad, también aceptaría la respuesta a: “Sí, pero no únicamente”. Y también podría ser un: “No”, camuflado de falta de interés, justamente apatía docente o desgano del sistema.

Prefiero unificar en mi propio razonamiento y contestar: “Sí”, asumiendo mi rol de educador y entendiendo también que no únicamente, porque esto me permite hacer una invitación. 

Estoy convencido de que los docentes debemos buscar las alternativas, está en nuestra pasión por lo que hemos elegido. Esto no quiere decir que seamos “payasos”, macacos circenses monigoteados con colores fluos y brillantina en la cabellera en función de “entretener” a los estudiantes, no. Tenemos un rol docente y nuestra tarea es el tránsito en el aprendizaje, es la formación educativa. Esto no quiere decir tampoco que la instancia áulica y el tiempo compartido tenga que ser aburrido, aunque menos aún ridículo. Pero es real, que uno, cuando está entusiasmado, cuando algo le resulta atractivo, entretenido, es cuando pone mayor interés, atención y sin duda también, voluntad, ganas, alegría, escucha y participación. 

Citando al filósofo contemporáneo, Byung-Chul Han, en una de las últimas reflexiones en su libro Buen entretenimiento (2019): “En la actualidad, el entretenimiento se está abriendo paso a todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, propiciando un cambio fundamental en lo relativo a la comprensión del mundo. Sin embargo, esta tendencia hacia la ludificación choca con la tradición occicdental. El ocio se relaciona con la distracción, la holganza y la intrascendencia, con la consecuencia de un mundo hedonista destinado a la decadencia y la nulidad”.

Me pareció pertinente esta cita ya que sino, responsabilizamos únicamente a los docentes. Responsabilizar al sistema sería caer en la misma señalización vergonzosa de siempre, sin asumir responsabilidades sociales, que es también, funcional a nuestra cultura, a nuestra sociedad y a nuestro entendimiento que el aburrimiento se de fuera del juego y jugar esté mal visto en la enseñanza porque con eso, “no se aprende”. Pues bien, creo yo, que desde el entretenimiento, desde los placeres del juego, desde el intercambio y desde la posibilidad del entretenimiento compartido y dirigido, se puede aprender mucho más. 

El punto está en, si queremos que el aprendizaje sea la resta o el proceso de la resta, ahí se diferencia aprendizaje de conocimiento y posiblemente, en el mundo que vivimos, la reiteración de conocimientos sea lo aburrido y el proceso de aprendizaje un “buen entretenimiento”.

Pensemos por un segundo en nuestras prácticas educativas y cuánto estas difieren de cuando nosotros éramos estudiantes. Pues lector, si usted es docente o educador y la respuesta ha sido “poco”, “casi nada” o “es igual a cuando yo estudiaba”, pues bien, hemos encontrado al aburrido. Ya sabe usted quién es…

Al mantener los mismos paradigmas de aprendizaje que hace 20, 30, 40 años, e inclusive tan solo 10 también, perdemos la contemporaneidad del horizonte y no nos hemos actualizado. Esto no significa que los valores educativos tradicionales deben perderse, pues no, porque la educación permite y sugiere una posible inclusión de saberes para todas las particularidades de enseñanza, pero, a saber, si no proponemos nada nuevo, no hay cambio.

La educación más tradicional basa en el sistema de repetición y de aproximación al aprendizaje por medio de cuadernos repletos de “trabajos”, fotocopias reiterativas, deberes para realizar en casa y copia del pizarrón (entre algunas tareas académicas más). ¿Dónde está el deseo por aprender en esto? ¿Dónde se encuentra la oportunidad de descubrir, de experimentar, de poner en juego mis propios saberes, de compartirlo y de generar un nuevo producto? Entonces, lo aburrido, ¿es el estudiante o la propuesta que le llega?

En un siglo cambiante, en un siglo de impactos constantes, en un siglo vertiginoso, en un siglo donde la tecnología tiene “todas las respuestas”, la escuela debe tener otro sentido. Un sentido de entretenimiento educativo. Y reitero, no es convertir a los educadores en arlequines saltarines jugando a los dados, trepados a plataformas circulares de vaivén a punto de ser lanzados al aire en cañones con estrellas y cintas platinadas, no. Es proponer una educación donde la alternativa del encuentro, del saber compartido, del deseo por aprender despierte en el estudiante y no lo haga caer en el aburrimiento de “ir a la escuela”.

El lugar “Escuela” tiene que ser un lugar de encuentro, un espacio de entretenimiento, ese lugar al que quiero ir, donde me quiero quedar. Además de un sistema que lo potencie, la infraestructura debe estar preparada para ello, las aulas deben ser dinámicas, interactivas y con intereses propios de los estudiantes que llamen su atención y tengan ese espacio como “de referencia”. Los lugares comunes, las mesas de trabajo colaborativas, los materiales en bibliotecas únicas pero compartidas, son algunas de las posibilidades que se pueden incorporar justamente para generar ese sentido de pertenencia, de “mi Escuela”. El lograr aprendizajes significativos tiene mucho que ver con la propuesta del docente y el vínculo que éste genere, pues tiene que ver con el deseo que transmita por aprender. Si el educador o la educadora, ante una pregunta da la respuesta de inmediato, entonces el saber es del docente y yo no tengo nada que aprender. Sin embargo, si la pregunta se transforma en un ejercicio de exploración, investigación y también competencia por encontrar ese aprendizaje, el deseo por aprender se contagia y el entretenimiento aparece.

Ahora,  ¿resulta tan sencillo promover el deseo de aprender?

Sinceramente, creo que no. Sin lugar a dudas implica una planificación y programación muy consciente. Implica también una explicación compartida con el grupo. El deseo parte de una sensibilidad por ello, parte de una búsqueda por querer eso, el deseo es encontrar mi motivación por adquirirlo. El aprendizaje debe buscar el mismo camino, proponer la instancia de deseo, de encuentro con el saber por medio del tránsito educativo y encontrar la posibilidad de resolver esa situación a partir de lo incorporado. Ahí, generaré el estímulo por continuar sabiendo, por continuar, aprendiendo. Esto es el verdadero aprender a aprender.

El estímulo con un fin y no como meros hacedores. Byung-Chul Han en su libro La sociedad del cansancio (2020), expone que esta sociedad posmoderna (tardomoderna), como sociedad de rendimiento, sociedad activa, rápidamente ingresa en el cansancio, pues, “hace posible un rendimiento sin rendimiento” (pp67). La cuestión no es caer en el hacer por hacer, porque así, modificamos la práctica pero reproducimos el modelo tradicional. El poner una tarea colaborativa para que hagan y esperar de todos y todas la misma respuesta porque ya está dada de antemano, en realidad, es generar una actividad entretenida para cansarse. La primera vez se verá como una novedad, la segunda, como “lo mismo de siempre”. El despertar el deseo en nuestros y nuestras estudiantes está en que ellos mismos puedan acercar lo que los cuestiona, lo que los interpela, lo que están viviendo y con lo que están conviviendo. Sin duda que no es fácil despertar el deseo en nuestros estudiantes, pero si propongo el juego de aprender que sea entretenido. 

Como estrategia, la pedagogía lúdica es una herramienta que ya está expuesta en el ámbito educativo desde hace algunos años. La ludificación es una de las posibilidades centrales hoy en día para quienes quieren trascender desde una educación tradicional y proponer un modelo pedagógico más entretenido en la búsqueda de despertar el deseo por aprender. El trabajo en equipo, la actividad en función de proyectos. La instancia de aprendizaje como motor de aprender. Romper con el sistema tradicional de la clase expositiva y llena de “saberes”. La oportunidad y la experiencia debe estar en el y la estudiante, no en mostrar cuánto sabe el docente, maestro, maestra, educador. Encontremos el sentido a nuestra tarea. Establecer sentidos es una tarea esencial para abordar ésta y otras problemáticas ya que se percibe una demanda de fondo donde justamente lo que se quiere es encontrarle sentido a la educación como proyecto de vida. No eduquemos para los conocimientos, nuestros estudiantes sabrán dónde encontrarlos inclusive sin un profesor, maestra o educador adelante. Eduquemos para la resolución del conflicto. Eduquemos para la vida.

Recordemos que para todas las respuestas simples está internet. No nos transformemos en el micrófono de google dando las respuestas a las preguntas oídas. Brindemos incertidumbre (no le tengamos miedo a esto por favor) y que desde allí se genere el deseo por saber, el deseo por aprender, el entretenimiento educativo.

“Si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino.”

Julio Cortázar

About Prof. Pablo A. Rey Ríos

En el tránsito de su experiencia educativa, Pablo ha logrado llevar adelantes múltiples proyectos educativos de alto impacto tanto en el plano formal como no formal. Docente de Literatura, involucrado y formado en metodologías pedagógicas activas para el siglo XXI, actualmente se desempeña como docente y desarrollando roles de gestión y asesoramiento pedagógico tanto en instituciones públicas como privadas de Montevideo

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