Siento contigo
Una escuela en educación emocional
“El arte de las relaciones se basa, en buena medida, en la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las emociones ajenas”
Daniel Goleman
Reflexionando acerca de posibles alternativas a la escuela que estamos transitando y en la contemporaneidad que nos encuentra, es que entiendo a la educación emocional como una competencia necesaria a desarrollar en nuestros estudiantes. Más allá de la propuesta académica, de la supuesta necesidad de incorporar conocimientos al estilo de llenar una botella con un líquido que mida el tope y que si se sobrepasa se desborda, centrarme justamente en ese desbordamiento y transformarlo en vínculo, en entendimiento, en conversación, en diálogo, en poner en palabras lo que siento, cómo me siento, lo que siento contigo, conmigo, con otros, con lo que me rodea. En definitiva, entenderme como un ser emocional y que esas emociones repercuten sensiblemente para un lado o para el otro en mi recorrido, en mi tránsito educativo.
Son muchas las posturas al respecto y variables las teorías que hoy podemos encontrar, leer, visualizar en un video o asistir a un curso o conferencia. Lo importante es que desde el lugar que sea, con el soporte que sea y que se tenga, quien quiera educar pueda entenderse como emocional, entender desde las emociones y sobre todo, sentir contigo.
Desde algunas de las posibles teorías aplicables y reproducibles al aula, encuentro el pensamiento de Daniel Goleman donde se puede visualizar una oportunidad que proyecte esas alternativas más allá de nuestro clásico sistema educativo.
Desde mi perspectiva, como docente, en función de educador, me he hecho varias veces la siguiente pregunta; ¿cómo interviene la inteligencia emocional en nuestro aprendizaje?
Sin intención alguna de generar una rotunda y definitiva respuesta, buscando sobre todo la reflexión conjunta y una invitación a animarse a construir desde lo emocional, siguiendo la línea de la presentación que hace Goleman, esta posibilidad se basa en un concepto esencial para el manejo de los vínculos y las relaciones, pero no solamente con otros sino también y sobre todo, desde nosotros mismos.
El trayecto puntualiza en cuatro dominios:
- autoconciencia, ayuda a la toma de decisiones asertivas y nos enmarca en una brújula emocional, respondería a las posibles interrogantes de ¿qué y por qué estamos sintiendo?
La vorágine con la que vivimos en este tiempo pocas veces nos permite hacer una pausa reflexiva consciente. Es necesario hacerla. Correr es saludable para el físico, detenerse es saludable para la mente. Al reflexionar un instante podemos comprender cómo nos estamos sintiendo, qué estamos sintiendo y sobre todo, cómo me encuentro emocionalmente hoy, en ese momento, en ese entorno, en esa instancia o situación. Al reconocer la emoción puedo enmarcar mi camino y tomar decisiones hacia conflictos propios y de grupo. El entender por qué estoy sintiendo tal o cual emoción y ponerla en palabras; “estoy triste”, “me siento alegre”, “esto no me da esperanza”, “tengo culpa”, genera el reconocimiento de ella y me brinda la oportunidad de avanzar hacia la resolución más asertiva posible. En tiempos escolares, una “tranca emocional” imposibilita también el pensamiento y cierra ventanas al aprendizaje. El educador, la educadora, mediante el diálogo, mediante alternativas lúdicas de reconocimiento de las emociones, mediante estrategias variables y creativas que pueda proporcionar al grupo y a sus estudiantes genera ese espacio para que se pueda dar nombre a esa emoción que estoy transitando en el momento y a partir de allí, buscar el mejor recorrido laberíntico para visualizar la salida. En ese laberinto emocional que somos los seres humanos, mientras no tenemos la posibilidad, la capacidad o el reconocimiento propio de las emociones, el educador funciona como la brújula que intenta señalar el norte. Pero no eliminemos el laberinto, dejemos que se transite, pues, en esa búsqueda estará el descubrimiento propio.
- autogestión, la posibilidad de manejar emociones (sobre todo aquellas angustiantes que son las más dificultosas de sostener) de manera efectiva.
Al lograr encontrarnos con la conciencia emocional más avanzada y tanto educadores como estudiantes podamos dialogar acerca de lo que nos ocurre con palabras sinceras a nuestra competencia emocional, nos viabiliza hacia el proceso de desarrollo para autogestionarnos. La brújula que orientó inicialmente ya está en nuestras manos, en las manos de los estudiantes, con ella pueden comenzar a transitar el laberinto nuevamente buscando su propio norte. Es verdad que en ese laberinto encontrarán espinas, surcos marcados y otros senderos oscuros, pero también, no caer en que solo es necesario utilizar esta herramienta emocional ante instancias angustiantes. Caminar por la alegría, por el laberinto iluminado y resplandeciente, en la esperanza, en la calma, en emociones que nos impulsen es fundamental. Porque la brújula también puede ser propulsor y nuevamente, no importa qué tanto se demore en el recorrido laberíntico, lo que importa es que transite y logre construir mi propia salida.
- empatía, lo que puede sentir el otro, no solamente “ponerse en su lugar” sino atender por qué está sintiendo eso en ese momento, no es producto de alterar el sentimiento, sino, acompañarlo.
Hay que tener mucho cuidado al hablar de empatía… “tengo empatía con el otro porque me estoy poniendo en su lugar”. Pero qué ocurre con aquellas instancias y situaciones en las cuales por mis propias experiencias de vida no puedo “ponerme en ese lugar”. Sinceramente, no puedo. No porque no quiera, sino porque no he experimentado nada similar que me lo permita. Si nunca he transitado la muerte de un familiar cercano, ¿puedo ser empático con quien lo ha perdido? Si nunca he vivido una experiencia de felicidad como la de ser padre o madre, ¿puedo ser empático con quien lo está viviendo?. Creo que más que “ponerme en su lugar”, lo que debemos hacer es, acompañar en ese lugar. La empatía no debe modificar el sentimiento para que el otro “se sienta mejor”, sino que, acompañar para que lo transite. La frustración, el enojo, el dolor, son emociones con las que debemos convivir y no reprimirlas, al contrario, reconocerlas. En esa experiencia podré también diferenciar aquello que me enoja de lo que me hace feliz, lo que me entristece de lo que me da alegría, lo que me frustra de lo que me da orgullo, lo que me da valor de lo que me genera temor.
- habilidad social, poner todos estos dominios en su correcta relación buscando un todo como integralidad de la persona.
Esto es lo más complicado para todo ser humano y más, si lo pensamos a nivel educativo. Pero en este punto es donde considero tiene una preponderancia el rol docente, el rol de educador y/o educadora. Visualizar el laberinto y no correr al estudiante para que no pase por allí, ese sería el camino sencillo, el camino sin tránsito, el de no-aprendizaje. Aunque cueste, aunque nos parezca lo menos “saludable” hay que impulsar a ese estudiante a ingresar al laberinto, orientar, hacer de brújula, escuchar y guiar con su voz. No podemos transitar de la mano, pero sí brindar nuestra voz para que acompañe y brindar nuestra escucha para que nos diga donde se ha perdido. Ese es el sentido más puro de la empatía.
El recorrido educativo de cada estudiante es muy extenso y si podemos utilizar alguna estrategia para su propio descubrimiento emocional, habremos logrado que sus vínculos sean más asertivos así como que sus capacidades de diálogo y de trabajo en equipo sean potenciadas. Por esto, creo, se puede entender entonces que cada emoción tiene una función y así, la búsqueda y propuesta de esta teoría es reunir emociones positivas, entusiasmarse con lo que estamos haciendo y encontrar nuestras pasiones como educadores que puedan impactar y contagiar en nuestros estudiantes, en nuestro grupo y sin duda, en nuestro colectivo docente. De este modo, generaremos el mejor de nuestros propios aprendizajes y lo compartiremos con quienes aprenden con nosotros.
Sin buscar teorías generales y concluyentes, no se está buscando una definición específica, se está hablando de la búsqueda de una integralidad emocional de cada persona en sí mismo, en contacto y vínculo con los demás y en continuo proceso de desarrollo. La habilidad de inteligencia emocional no es algo que se adquiera y así nada más, sino que es un proceso, un tránsito e inclusive se van explorando y mejorando en toda nuestra vida. La inteligencia emocional y social se produce a través de experiencias repetidas, por esto, debemos acompañar en este aprendizaje y formación de niños, jóvenes y adultos en estos cuatro dominios; autoconciencia, autogestión, empatía y habilidad social.
Se ha observado que algunas escuelas que han avanzado con este procedimiento encuentran que el porcentaje más alto corresponde a niños y niñas que manejan su inteligencia emocional y logran una adaptabilidad y resiliencia mayor al mundo que habitan logrando tener mejores vínculos y desarrollos sociales, que en definitiva, es lo que busca una sociedad del futuro, y en este marco, debería colaborar la educación de esta época.
Los niños y las niñas con gusto escolar son más pro activos y buscan mejores alternativas para resolver sus propios conflictos además de lograr mayores avances académicos. La inteligencia emocional, colabora a una mayor atención general y comportamiento, colabora en definitiva a entender “la vida” que te rodea y donde estás (estamos) transcurriendo. A medida que se aprenden estas habilidades, aprenden a aprender, generan aprendizajes.
Nuestra tarea como docentes es generar experiencias, oportunidades, acompañamiento y formación para el recorrido del laberinto. Sobre todo, poder al menos brindar esa oportunidad a nuestros estudiantes para poder apropiarse de ella y transitarla.
Por esto, incluir planes de competencia y educación emocional en las escuelas es sumamente importante ya que brindarán la oportunidad a todos y todas de formarse como individuos independientes y socialmente hábiles para que crucen experiencias y oportunidades en su desarrollo emocional y puedan luego reflejar estas habilidades en sus propias resoluciones de conflictos tanto personales como con el medio, con sus pares, con su sociedad y con su mundo. Esta competencia desarrolla una abstracción en el pensamiento que aprenden a leer el mundo más allá de lo que “se les está leyendo”. Aprenden a leer el mundo a partir y desde lo que están sintiendo.
Está en nosotros. En todas las escuelas se puede elaborar un plan, una hoja de ruta para que sea efectivo este tránsito, para que se aborden estas habilidades en el proceso escolar, pues, no es un tema de dónde, sino de cuándo y cómo. Está en nosotros.
“Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides”
Antoine de Saint-Exupéry, “El Principito”
Agradezco a la Mtra. Dir. Andrea de Pablo Riva con quien hemos desarrollado nuestro primer proyecto de educación emocional “Siento contigo”, para ser llevado adelante con nuestro equipo de educadores en el Colegio Sagrada Familia de Montevideo, Uruguay. Agradezco a mis compañeros y compañeras que desde su rol y convicción como educadores y educadoras han abordado este tema tan difícil y a la vez tan necesario que nos interpela inclusive a nosotros mismos en el manejo de las emociones. Les agradezco por arriesgarse, les agradezco por pensar en el otro, por desafiarse a sí mismos, por esa empatía sincera, por pensar en sentir conmigo.